12 ene 2015

BLOG Nº 151 ¿ES MALO OBLIGAR A COMER A UN NIÑO?


¿Es malo obligar a comer a un niño? Es que no come nada…”. Resumen la base de muchos problemas de comida.


“Pero es que si fuese por él no comería nada.”

Sin embargo la mayoría de los niños que atiendo porque no comen en realidad sí lo hacen.

¿Realmente come poco?
Pero aunque fuese cierto ¿qué soluciona obligar a comer a un  niño?
Obligar a comer a un niño y cómo afecta a la relación padres-hijos.
No obligues a tu hijo a comer. Ofrece una dieta sana, ofrece comida con frecuencia y que coma hasta que no quiera más.
Si está sano y su evolución de peso y talla es buena, si su relación con la comida es buena y si su dieta es cada día más variada, es que todo funciona como debe. No es necesario forzar nada. Cuando algo de eso falla, debemos buscar la causa y ponerle remedio. Obligar a comer a un niño nunca arregla nada.
La respuesta es simple: Pues claro que es malo.
Obligar a un niño a comer significa convertir la comida en algo desagradable. Eso sólo nos garantiza que coma peor en el futuro.
Esto pocas veces es cierto. Hay situaciones en las que algunos niños realmente comen poco. Pero suelen tener una causa. Si hay un problema (por ejemplo una infección de orina) la solución no es obligarle a comer. Si lo haces, por ejemplo  en la infección de orina, sólo puede que consigas que vomite.
Si hay un problema que le hace comer poco debemos tratar la causa. Y mientras se resuelve entender que hay dos situaciones diferentes:
– Come y bebe tan poco que supone un riesgo serio e inmediato para su salud. Por ejemplo si se deshidrata. En estos casos mientras el tratamiento resuelve la causa a veces necitamos aportar al cuerpo el líquido y nuetrientes necesarios por otra vía (habitualmente sonda nasogástrica y/o suero intravenoso).
– Come y bebe algo menos pero sin llegar a suponer riesgo inmediato. Perderá algo de peso, pero si no llega a ser excesivo se recuperará con facilidad en cuanto resolvamos la causa.
Para diferencias una situación o la otra, suele ser necesaria la valoración del pediatra. Especialmente cuando vemos un decaimiento importante del niño.
El problema suele ser que comen menos de lo que sus padres y madres creen que deberían o lo hacen con rechazo o seleccionando la comida.
Pero en la mayoría de los casos están sanos, con buena vitalidad y sí que comen. Pero hay un problema generado en torno a la forma en que comen.
Algunos padres obligan a sus hijos a comer porque piensan que comen poco. Pero ¿cuánto debería comer? Lo malo es que ante esta pregunta hay gente que se atreve a dar respuestas concretas. Y aunque la busques y la desees, sea la que sea la que encuentres: ¡Es falsa!
No hay dos personas que coman exactamente lo mismo.
Hay gente que digiere mejor los alimentos y quien los digiere peor, pero además todos tenemos conductas y ambientes diferentes que modifican lo que gastamos. Por lo que para estár bien alimentado cada persona tiene unas necesidades diferentes.
Si un niño come “poco”, pero está sano, su crecimiento es adecuado y tiene una dieta variada para su edad es que come lo que necesita. Porque si no se come bien se enferma y se detiene el crecimiento.
Es mucho más frecuente que el problema lo tengan los padres porque creen que su hijo necesita más nutrientes cuando no es cierto.
Obligar a comer a un niño no es ofrecerle antes de que pida la comida, no es intentar darle una cucharada más.
Obligar a comer a un niño es llegar a ser desagradable, insistir cuando claramente rechaza el alimento o coaccionar al niño para que coma amenazándole con castigos o retirada de premios si no lo hace.
La comida es algo muy influenciable desde el punto de vista afectivo. Cuando estamos deprimidos o nerviosos se altera nuestro apetito.
Y, aunque tenemos mecanismos de nuestro cuerpo que nos inducen a comer cuando hace falta y a dejar de comer cuando ya sobra, son fácilmente influenciables por cuestiones ajenas a la comida, como la relación con quien alimenta al niño, el deseo de seguir jugando o viendo la televisión, el sueño…
Y desde luego hacer de la comida algo desagradable no ayuda a solucionar el problema.
Cuando por conseguir que se tome 2 cucharadas más hacemos de la comida algo que genera rechazo sólo empeoramos.
Lo que lograrás es que en la siguiente comida el niño se ponga a la defensiva nada más ver asomar el plato.
Lo que hace tan importante los problemas con la comida en la crianza no es la malnutrición. En los países “ricos” por suerte esto no es frecuente.
Pero sí que lo son los problemas de los niños con la comida.
Su importancia es más por la forma en la que afecta la relación padres-hijos que por lo que supone para su “salud física”.
El problema es que hay que comer todos los días, y además se hace varias veces al día.
Cuando hay dificultades en este plano son capaces de monopolizar la relación padres-hijos hasta convertirse en un pozo que absorve y condiciona toda la comunicación, marcando en muchos casos de forma negativa la relación entre padres y niños. No merece la pena.
Si las malnutriciones son raras y el problema frecuente, es que sin duda damos más importancia al problema de la que tiene o se está enfocando muy mal por la mayoría de la gente.
Yo creo que es la segunda opción. Las últimas décadas se ha dado “aura científica” a todo en salud y se ha pretendido poner cifras a todo. Incluso a lo que no puede tenerlas y se ha centrado tanto en la enfermedad que casi se asume que los mecanismos de regulación del propio cuerpo fallan siempre. Cuando es al revés, casi siempre funcionan bien.
Pretender poner cantidades a todo en alimentación, desde las horas entre las tomas, la cantidad de comida, la proporción entre alimentos… ha generado en los padres inseguridad y preocupación innecesarias.


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