Alarman porque resultan inesperados y porque se acompañan de síntomas vagales (palidez, ojeras, decaimiento…). Además sona veces signo de enfermedad grave. Y si se dan en niños pequeños o son persistentes pueden deshidratar a un niño en pocas horas.
Lo primero que hay que diferenciar hablando de vómitos y niños es:
¿Vómitos o bocanadas en el lactante?
El vómito es echar el contenido del estómago por la boca de forma brusca y con fuerza. Vacían el estómago casi por completo. Es como si el propio estómago se exprimiera hasta la última gota.
La bocanada es como si escurriese el contenido del estómago poco a poco hacia fuera. Vacía sólo parte. Parece como si dejásemos abierta una bolsa de agua caliente, según la postura o si se le aprieta desde fuera derramaparte de su contenido.
En los lactantes las bocanadas son muy frecuentes. Debido a que el cierre superior del estómago en los primeros meses puede ser muy débil, con lo que cuando llenan mucho la barriga pueden echar, se va escapando su contenido como si rebosara. Suele coincidir con momentos en los que movemos al niño, de tal modo que si apretamos la barriga lo suficiente puede salir con fuerza como en los vómitos. Pero nunca vaciará del todo el estómago.
Ya que el vómito vacía el estómago y la bocanada sólo echa parte del contenido, con el vómito puede deshidratarse el niño, con las bocanadas (y a veces muchas más en número) queda contenido que pasa al intestino y se absorbe siendo más difícil que se deshidrate.
En las bocanadas el tema es cuánto echa y sobretodo cuánto queda, de modo que:
Si un niño echa 20 bocanadas al día, pero gana el peso que debe, es que echa lo que le sobra.
Pero si no gana o incluso pierde peso (lo cual sólo se comprueba pesándolo), es que está echando más de la cuenta.
En el primer caso (si gana peso) la razón de que eche es que come más de lo que debe y punto.
En el segundo es que hay un cierre del estómago excesivamente débil (Reflujo Gastro-esofágico), está enfermo (Infección de orina por ejemplo), hay algo que impide que el alimento pase hacia el intestino (Estenosis hipertrófica de Píloro) o no tolera el alimento que se le da (Intolerancias a las proteínas de la leche de vaca o a la lactosa).
Por tanto, si pierden peso, sí hay que averiguar la causa y tratarla.
Si gana peso, puede darse las tomas más frecuentes pero con menos cantidad y si aun así echa pero sigue ganando peso, pues se gasta más en leche y lavadora pero no pasa nada.
Todo lo anterior se refiere al lactante, ya que conforme crecen es cada vez más rara la bocanada.
El vómito en preescolares y escolares atiende a dos causas fundamentalmente:
Casi siempre a una enfermedad, pero hay niños que se lo provocan, bien porque les gusta (mericismo) o porque les sirve como arma de chantaje.
Lo más difícil de tratar es el mericismo.
Se pueden usar anti-eméticos pero la mayoría de las veces la única solución es psicológica.
En cuanto a los que vomitan como forma de chantaje, la clave es que el niño llegue a la conclusión de que no consigue nada vomitando.
Para ello hay que ser inflexible, de modo que si pide algo y como forma de presión si no se le da vomita, nunca debe cederse.
Se le limpia con las mínimas manifestaciones posibles de que nos moleste (nada de enfados) y se le explica porqué no se lo damos, se confirma que no se le va a dar y que nunca se le dará nada que pida con pataletas o vómitos.
Los vómitos de verdad, los que pueden deshidratar al niño se tratan desde 3 puntos de vista:
Dieta que recomiendo a un niño que vomita:
Cuando sólo hay vómitos sin diarrea no tiene sentido poner dieta astringente (arroz, zanahoria…).
En estos casos solo hay que evitar las grasas, que son los alimentos que más irrita la mucosa del estómago.
Es decir, se evitaran fritos, bollería, pastelería y embutidos y quesos curados.
En cuanto a cantidad, se dará de comer más veces al día pero menos cantidad en cada toma.
De este modo llenamos menos el estómago, lo que hace el vómito menos probable.
No debemos insistir con la comida en el niño con nauseas.
Si toma 2 cucharadas y no quiere la tercera es mejor aguantar dos que echar tres.
Reponer lo que se pierde con el vómito para evitar la deshidratación.
Se pierde agua pero también sales por lo que para reponer las pérdidas no vale el agua ni la manzanilla solas.
Se deben tomar sueros de re-hidratación oral en pequeños sorbos para que lo tolere mejor.
En los últimos años ha habido un esfuerzo por parte de los laboratorios por ajustarlos a las necesidades reales de los niños y a sus gustos.
Los más soportables a mi parecer son Recuperation, Bioralsuero, Oralsuero, Citorsal, Citoral e Isotonar.
Depende de las preferencias en sabor de unos niños y otros la elección entre ellos.
El Recuperation lo venden ya preparado y hay de cola, plátano y mango, naranja, sabor a caldo de gallina y yogur. Por sabores no será.
En cualquier caso guardándolo en el frigorífico cualquiera de ellos mejora sensiblemente su sabor.
El Aquarius y demás bebidas para después de hacer deporte no sirven y pueden ser peligrosas.
Medicaciones para calmar los vómitos en niños: Hay muchas.
Cuando los vómitos son seguidos y muy frecuentes la medicación hay veces que hay que ponerla pinchada o en un suero intravenoso.
Tras el pinchazo, se deja al niño una hora sin que tome nada y a partir de ahí empieza con sueros de re-hidratación a pequeños sorbos durante 1-2 horas y si lo tolera ya puede empezar a comer (sin grasas y sin forzar).
Si haciendo todo lo anterior en cualquier momento vuelve a vomitar hay que dejarlo una hora sin tomar nada y empezar de nuevo poco a poco con los sueros de re-hidratación y después con la dieta.
Si aún así sigue vomitando todo lo que toma, debe re-hidratarse por vena (es decir en el hospital) y dejarlo adieta absoluta (sin tomar nada por boca).
Tanto en los vómitos como en la diarrea, el problema principal es la deshidratación.
Cuando un niño se deshidrata se nota en:
La boca está seca. Si a un niño se le cae la baba, aunque halla vomitado 10 veces o hecho diarrea otras tantas, no está deshidratado.
En los lactantes pequeños que aún tienen abierta la fontanela (“mollerilla”), si está hundida cuando el niño está tumbado (que se hunda un poco cuando está de pie es normal) es signo de que anda escaso de líquido.
Cuando se van deshidratando, las ojeras se van marcando cada vez más.
El niño está más decaído y más pálido.
Si apretamos las uñas, al soltarlas el lecho de la uña se ha quedado pálido, pero recupera su color rápidamente. Si tarda más de 3 segundos es que el riego de sangre es escaso lo que entre otras puede ser signo de deshidratación (a veces ocurre con la fiebre o con la anemia por ejemplo).
Si aparecen estos signos es recomendable que sea valorado por un pediatra lo antes posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Podeis comentar, cualquier apunte, experiencia, duda .. tod@s, podemos aportar nuestro granito de arena, sobre este tema tan complejo e importante, como es nuestros retoños...