El momento en que la prueba de embarazo da positivo, la cita en donde lo confirma el ginecólogo, ver el embrión con su corazoncito latiendo en el ultrasonido, son todos inolvidables episodios en los que tu alegría y asombro es tan grande, que jamás podrías imaginarte las incomodidades que están por sucederte… y no me refiero a síntomas de embarazo, no. Hay algo peor que las náuseas, el sueño incontrolable y más adelante la nicturia (orinar frecuentemente durante las noches) o el dolor de espalda que inevitablemente llega con el paso de las semanas. Se trata de cómo actúa la gente alrededor tuyo, y no te equivoques: no te vas a salvar. Lo siguiente (en mayor o menor grado) le pasa a todas y cada una de las futuras mamacitas, así que es mejor que lo sepas de una vez para que decidas cómo prefieres reaccionar. A la mayoría de nosotras nos toma tan desprevenidas que no sabemos qué hacer ante tan indescifrable comportamiento, pero quizás tú, después de leer esto, puedas planear una respuesta divertida y empezar a cambiar esta realidad de una vez por todas.
1. Tu persona y existencia pasará a segundo término. Por extraño que pueda sonar, de ser una persona pasarás a ser “la incubadora” del hijo, nieto, sobrino, o “bebé-que-le-importa-mucho” de alguien más. Incluso tú misma te concebirás así. Cuando antes pensabas solo en ti y en tu bienestar, ahora lo harás primero que nadie por tu bebé. Lo molesto es cuando el papá, la abuelita, el tío o la madrina, más que interesarse por tu salud y alimentación personal, por ejemplo, se van a preocupar porque eso que estás haciendo o ingiriendo no vaya a dañar al preciado bebé. ¡Como si no fuéramos nosotras las primeras en ver por el bienestar de nuestro hijo o hija (y por supuesto, por el nuestro)!
2. Todo mundo te va a querer tocar la barriga. Cuando digo todo mundo, me refiero incluso a la gente menos cercana a ti. En verdad nunca entenderé por qué el hecho de estar gestando un bebé en nuestro vientre de pronto se convierte en licencia para que cualquier desconocido te toque. Lo peor es que, como si por ser futuras madres hubiese una ley que dictara que debemos actuar como un estereotipo de dulzura, no nos atrevemos a responder con un manazo a aquellos que se atreven a palpar nuestro abultado vientre haciéndonos sentir por demás incómodas.
3. No se cansarán de decirte “Duerme ahora que puedes”. O bien, de recordarte que tu vida como la conoces tiene los minutos contados. ¿En verdad creen que no estamos durmiendo todo lo que podemos? Además, ¿de qué manera lo que se duerme antes puede ayudar a todos los desvelos que nos esperan? Me parece en verdad, tortura psicológica absurda e innecesaria.
4. Cualquier desconocido querrá predecir el sexo de tu bebé. En mi primer embarazo una señora me preguntó si deseaba que mi bebé fuera de un género en especial. Le dije que niña, a lo que me respondió: “Pues entonces puedes estar segura que será niño, porque Dios no cumple antojos”. En mi segundo embarazo, caminaba entre los puestos de antigüedades de un mercado de pulgas cuando una señora a la que nunca había visto y que se encontraba a unos tres metros de distancia me gritó: “Es niña”. La señora de la primera anécdota tuvo razón, la de la segunda se equivocó (como casi todo el mundo en ese embarazo), pero lo que sigo sin entender es por qué la gente disfruta tanto sintiéndose oráculos o videntes de transeúntes embarazadas.
5. Te enterarás de las supersticiones más extrañas. Aquello de que el bebé sale con cara del alimento que provocó un antojo en la madre y que por alguna razón no pudo satisfacer, me parecía lo más extraño que hubiera escuchado jamás… hasta el momento en que alguien me “recomendó” (por no decir regañó) no vestirme de negro durante el embarazo. Lo mejor fue cuando me dijeron que ya si lo iba a hacer, que procurara que la ropa interior fuera de color. ¿¿¿???
6. Todos y cada uno de tus conocidos (y muchas veces también los desconocidos) tendrán una opinión sobre el nombre que elegiste para tu bebé. Que por qué ese nombre, que por qué no como tú o como su papá, que por qué no el del abuelo, que si les recuerda a alguna persona non grata, o que si les suena feo. Absolutamente todo el mundo emitirá una opinión sobre tu elección y la mayoría de ellas no serán agradables. Por eso quizás es mejor ni siquiera mencionarlo hasta que el niño o niña ya esté registrado y la gente sepa que no importa cuánto trate de cambiar tu parecer, no lo logrará.
7. Aunque pongas una mesa de regalos, te van a regalar lo que les parezca más tierno. En general no soy muy afecta al concepto “mesa de regalos”. Siento que se pierde mucho el sentido del gesto de generosidad y que se torna en una obligación comprarle a alguien algo que quiere o necesita. Aunque cuando se trata de bebés, antes de cumplir caprichos, siempre hay que pensar en qué se necesita. Sin embargo, es raro que alguien piense así. Te van a dar el mameluquito, el muñequito o los zapatitos que más les conmovieron. La incomodidad aquí estaría en poner cara de “qué lindo” y tener que guardar un montón de cosas inútiles (o pero aún, tener que ponérselo aunque sea una vez al bebé para no herir suceptibilidades). Así que ahórrate la molestia, y no pierdas tiempo haciendo un baby registry. Ya después verás si organizas una venta de garage con los artículos indeseados y con las ganancias compras pañales, por ejemplo.
8. Te vas a enterar de las peores historias de terror de los partos. Jamás entenderé por qué la gente cree que es buena idea contarte los peores detalles de los partos justo cuando tú ya no tienes opción de decir “mejor no me arriesgo a pasar por algo así”. No voy a poner aquí las que me tocó escuchar, lo único que hay que saber es que lo que le pasó a otra no tiene por qué pasarte a ti y que cada nacimiento (como cada vida) es único e irrepetible.
9. Hasta la persona más inesperada te querrá dar consejos de crianza. Antes de que siquiera tengas en brazos a tu bebé, ya te habrán recomendado que nunca lo saques sin gorrito, que lo pongas boca abajo para evitar los cólicos o que les des té de anís estrella para yo qué sé qué se supone que sirve eso. Muchísimos de esos consejos estarán contraindicados por tu pediatra, la única persona a la que debes hacerle caso para esos menesteres. Sin embargo, de todos los puntos anteriores, este me parece el mejor intencionado y más inofensivo, siempre y cuando (¡por favor!) no le hagas caso a cualquiera.
10. Es probable que al verte te pregunten cuánto tiempo falta para que nazca tu bebé, cuando ya tenga un mes de nacido. Tres semanas después de que había nacido mi segundo hijo salí a tirar la basura y mi vecina me preguntó: “¿Ya mero nace?”. Supongo que por eso dicen que hay que guardar la cuarentena, para dejar que el cuerpo regrese a la normalidad (como si en 40 días de verdad pudieras estar como si nada) y así evitar estas incómodas situaciones con gente que evidentemente no es tan cercana a ti y que te hace sentir que te quedaste con apariencia de 37 semanas de embarazo para siempre, sin importar que al menos el bebé, la placenta y el líquido amniótico ya no están dentro de tu organismo.
Si ya pasaste por un embarazo, seguramente estarás de acuerdo conmigo en algunos puntos. ¿Cuáles agregarías tú?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Podeis comentar, cualquier apunte, experiencia, duda .. tod@s, podemos aportar nuestro granito de arena, sobre este tema tan complejo e importante, como es nuestros retoños...